(Te dejo este cuento, como anexo a mi entrada anterior)
La mata de
albahaca
Había una
vez un hombre que tenía tres hijas y las tres eran muy guapas. Casi nunca las
dejaba salir de su casa, y una vez que se fue de viaje les encargó que no le
abriesen la puerta a nadie, pero que a nadie en el mundo.
En una de las
ventanas que daban a la calle había una macetita de albahacas que cada día le tocaba
regar a una de las tres hermanas. Cuando el padre ya se había marchado, el
primer día salió la hermana mayor a regar la maceta, en el momento en que
por allí el
hijo del rey. Este, al ver a la muchacha, le dijo:
-Niña que
riegas las albahacas,
¿cuántas
hojitas tiene la mata?
La mayor no
supo qué contestar y se metió para adentro avergonzada. Les contó a sus hermanas
lo que le había pasado y entonces la de en medio dijo:
-¡Anda,
tonta! Mañana, que me toca a mí, ya veréis lo que le digo.
Al día
siguiente salió la de en medio a regar la maceta, cuando pasó el hijo del rey,
que le dijo:
-Niña que
riegas las albahacas,
¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Pero tampoco
la de en medio acertó a decir nada y se metió para adentro con mucha vergüenza.
-¡Mira que
sois tontas las dos!- dijo la pequeña, que se llamaba Mariquilla-. Ya veréis
mañana.
Al día
siguiente salió la pequeña regar la maceta y pasó también el hijo del rey, que
le dijo lo mismo:
-Niña que
riegas las albahacas,
¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Y Mariquilla
entonces le contestó:
-Caballero
del alto plumero,
usted que
sabrá de leer y escribir,
de sumar y
de restar,
cuántas
estrellitas tiene el cielo
y arenitas
tiene el mar?
El hijo del
rey no supo qué contestar y la niña se echó a reír. Entonces él se fue para su
palacio muy avergonzado, pero pensando en vengarse.
Al día siguiente
volvió a pasar el príncipe por delante de la casa, pero no vio a la niña, y al
otro día tampoco. Entonces pensó disfrazarse
de encajero y así salió por las calles vendiendo encajes. Cuando pasó
por delante de la casa donde vivían las tres hermanas, se puso a pregonar muy
fuerte, hasta que las tres se asomaron a la ventana a ver qué era lo que vendía.
Y cada una quería esto y aquello y lo de más allá. El encajero dijo que no
podía venderles desde la calle y que bajaran a la puerta. Las dos mayores
no querían bajar, porque tendrían que
abrirle, pero Mariquilla porfió tanto, diciendo que no iba a pasar nada, que al
fin las tres bajaron a comprarle al encajero. La pequeña escogió una puntilla y
le preguntó que cuánto quería por ella. Y él contestó:
-Siendo para ti, sólo quiero que me des un beso. Y a
vosotras también. Todo lo que llevo lo vendo a beso.
-¡Huy, ni hablar! ¡Eso sí que no! -dijeron las dos
mayores.
Pero la
pequeña dijo:
- Qué más da, si no nos va a ver nadie.
Total, por un beso...
Así que la niña le dio un beso al encajero y
se quedó con la puntilla.
Al día siguiente volvió a pasar el hijo del
rey mientras Mariquilla regaba sus albahacas, y le preguntó:
-Niña que
riegas las albahacas,
¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Y ella le
contestó:
-Caballero
del alto plumero,
usted que
sabrá de leer y escribir,
de sumar y
de restar,
cuántas
estrellitas tiene el cielo
y arenitas
tiene el mar?
A lo que el
príncipe contestó:
-¿ Y el beso
del encajero
estuvo malo
o estuvo bueno?
Con eso
Mariquilla comprendió lo que había pasado y se metió para adentro llenita de vergüenza,
pero pensando en que tenía que vengarse. Y no volvió a regar la maceta, sino
que sólo lo hacían sus hermanas, por lo que el hijo del rey ya no pudo verla. Este
cayó entonces enfermo, tan enfermo que no había médico que lo pudiera curar.
Cuando se enteró la niña, se vistió de médico y acudió a los alrededores del castillo,
haciéndose pasar por un médico extranjero de los mejores. Por fin se hizo
llamar por el rey.
-Está bien,
señor rey. Iré curar a su hijo. Pero con la condición de que nadie entre en la
habitación, por mucho que oigan gritar. Porque es una cura muy dolorosa. A ver,
que me traigan un rábano y un mazo.
Así lo
hicieron y la niña se quedó a solas con el príncipe, que se hallaba en la cama
dando suspiros.
-Vamos, diga
usted la verdad -le dijo ella, como si fuera el médico-. Usted lo que tiene es
mal de amores. Usted está enamorado de alguna mocita, ¿a que sí?
Y el
príncipe dijo:
-Sí, es
verdad. Esa puñetera niña me tiene malo...
-Pues eso
sólo se cura metiéndole una cosa por el culo.
Y dicho y
hecho, antes de que el otro se diera cuenta, de un mazazo le metió el nabo en
el culo. El príncipe se puso a chillar, pero cuanto más chillaba, más fuerte le
daba ella con el mazo, hasta que le metió el rábano enterito, y allí dejó al
enfermo chillando como un alma del purgatorio.
A los pocos
días volvió la niña a salir a la ventana a regar las albahacas, cuando otra vez
pasó el príncipe y le dijo:
-Niña que
riegas las albahacas,
¿cuántas
hojitas tiene la mata?
Y contestó
la niña:
-Caballero
del alto plumero,
usted que
sabrá de leer y escribir,
de sumar y
de restar,
cuántas
estrellitas tiene el cielo
y arenitas
tiene el mar?
Y el
príncipe le contestó:
-¿ Y el beso
del encajero
estuvo malo
o estuvo bueno?
Entonces Mariquilla le dijo:
-¿Y el
rábano por el culo
estuvo
blando o estuvo duro?
Y en seguida
se metió para adentro, echándose a reír, venga a reír.
El príncipe,
el pobre, regresó a su palacio todo avergonzado y lleno de rabia, con lo que determinó
que su venganza sería terrible.
Pasó el
tiempo y ya había vuelto el padre de las tres hermanas de su viaje, cuando un
buen día lo hicieron llamar de palacio. Se presentó el hombre muy asustado y el
rey, que había tomado cartas en el asunto, le dijo:
-Mañana
vienes a verme otra vez, pero pon mucho cuidado, que tienes que presentarte vestido
y desnudo. Si no lo haces así, te castigaré a ti y a tus hijas. Sobre todo a la
más pequeña, a quien quizá no la vuelvas a ver.
El hombre
regresó muy triste a su casa, pensando cómo podría cumplir lo que le había mandado
el rey. Las hijas mayores no hacían más que llorar, pero Mariquilla le daba
vueltas en la cabeza, hasta que dijo:
-¡Ya lo
tengo! Le haremos a papá un medio pantalón y una media chaqueta, y de esa
manera irá vestido y desnudo.
Así fue.
Se pasaron
toda la noche cosiendo las tres hermanas, y al día siguiente se presentó, el
hombre con aquella facha en palacio, que todos se reían de él. Pero el rey no tuvo
más remedio que aprobarlo. Y le preguntó que de quién había sido la idea. Entonces
el hombre le dijo que de una hija pequeña que tenía la mar de lista.
- Ya me lo
imaginaba yo -dijo el rey-. Está bien, pues mañana te presentas montado y a
pie. Y si no lo haces así, te castigaré a ti y a tus hijas. Sobre todo a la más
pequeña, que quizá no la vuelvas a ver.
Regresó el
hombre muy preocupado a su casa y dijo a sus hijas:
-Ahora sí
que no tenemos escapatoria.
Y otra vez
las dos mayores se pusieron a llorar, y Mariquilla a cavilar, hasta que dio con
la solución:
-No lloréis,
so tontas, que la cosa tiene fácil arreglo. Lo único que hay que hacer es
comprar una cabra.
Y así fue
que al día siguiente iba ese hombre para el palacio con una pierna montada en
la cabra y la otra andando, y juntando a los chiquillos por la calle. Pero el
rey no tuvo más remedio que aprobarlo y le preguntó que de quién había sido la
idea. Contestó el hombre que de su hija la más pequeña.
- Ya me lo
imaginaba yo -dijo el rey-, Está bien; pues mañana te presentas con tus tres
mocitas preñadas. Y si no lo haces te castigaré a ti y a tus hijas. Sobre todo
a la más pequeña, a quien quizá no la
vuelvas a ver.
Cuando las
hermanas mayores se enteraron, se echaron a llorar como unas magdalenas, pero Mariquilla
les dijo:
- Pero
bueno, si ésta es la prueba más fácil. Sólo tenemos que amarramos unos cojines
debajo del vestido. ¡Y no se atreverá el rey ni nadie a tocamos!
Conque al
día siguiente se presentaron las tres como tres preñaditas, con su padre. El
rey no se atrevió a comprobarlo, de las miradas que le echó Mariquilla, y que decía:
-¿Estamos
bien así, majestad?
-Oh, sí,
desde luego que sí -contestó el rey-, Y como habéis ganado, pedidme cada una lo
que queráis.
La mayor
pidió una manzana y la de en medio una pera, y con eso se conformaron. Pero Mariquilla preguntó:
- Y si lo que yo pido no puede usted
dármelo, ¿qué pasa?
- Pues te daré cualquier otra cosa.
-Por
ejemplo... la mano del príncipe?
El rey se
echó a reír, pero no se negó, pensando que nada le sería imposible concederle
en primer lugar. Pero entonces Mariquilla dijo:
-Está bien,
pues yo lo quiero es nieve asada.
-¿Cómo?
-dijeron todos.
-He dicho
nieve asada. Eso es lo que quiero.
-Eso es
imposible -le dijeron al rey.
Y,
efectivamente, si ponían nieve a la lumbre, se derretía; y si la ponían en un cazo,
se derretía también. Ningún cocinero del mundo podía hacer nieve asada.
-¿Ve usted?
-dijo Mariquilla-. Pues igual de difícil es que tres doncellas estén preñadas.
Y acto seguido ella se quitó el cojín y mandó que hicieran lo mismo sus hermanas.
-Está bien,
mujer -dijo el rey-. Ahora no tendré más remedio que casarte con el príncipe.
Bueno, pues
se casaron. Pero ni el rey ni el príncipe estaban conformes con todo lo que
había pasado, y Mariquilla, que se temía lo peor, dijo que se iba a acostar
sola. Pero entonces puso en la cama un muñeco muy parecido a ella, lleno de
licor, con una cuerda en la cabeza. Ella se metió debajo de la cama. Al poco
tiempo llegó el príncipe con un puñal muy grande, muy grande, y dijo:
-¿Te
acuerdas, Mariquilla, cuando para burlarte de mí me preguntaste cuántas estrellitas
tiene el cielo y arenitas tiene el mar?
Y ella tiraba de la cuerda y la
cabeza del muñeco decía que sí. Y el príncipe siguió diciendo:
-¿ Y te
acuerdas cuando para burlarte de mí te disfrazaste de médico y me metiste un
rábano por el culo?
Y el muñeco
decía que sí. Entonces él se sacó el puñal y le pegó una puñalá al muñeco, que
soltó un chorro de licor y le dio a él en la boca. Entonces el príncipe gritó:
-¡Ay, Mariquilla, qué dulce tienes la muerte y
qué agria la vida!
Pero ella
salió de debajo de la cama y dijo:
-¡Mierda pa
ti, que estoy bien viva y que ya me voy de aquí! Y salió corriendo y no paró
hasta que llegó a su casa.
Y colorín
colorao, este cuento se ha acabao.
Este cuento es uno de los preferidos de Pilar Relaño. Hemos hablado varias veces del uso que ella le da como punto de partida para sus sesiones de práctica psicomotriz.
ResponderEliminarQué grande es Pilar.
EliminarMuchísimo cariño.