Querida Irune:
<<Cuando
llegue el momento, prometo ser un buen alumno>> (Alcocer, algún punto del
inicio de 2017 que ahora sólo existe en mi recuerdo, y ojalá también en el
tuyo).
<<Lo
bueno se hace esperar>> (Labajo, algún punto del final de 2017 que ahora
sólo existe en mi recuerdo, y ojalá también en el tuyo).
Espera, amiga
mía. No corrijas todavía la tilde diacrítica en la palabra
<<sólo>>. No la corrijas, porque no es necesario: la he puesto
aposta, no por desconocimiento. Ni siquiera por rebeldía.
Estas dos
frases que nos hemos dicho el uno al otro, junto con esa tilde diacrítica que
la Academia pretende -en vano- arrebatarme, dan comienzo a esta carta porque
las tres representan buena parte de lo que he vivido estos años al tenerte como
profesora.
Gracias,
Irune. Gracias por relacionarte con nosotros de una forma tal que haya tenido
como consecuencia, en mi caso, unas ganas permanentes y crecientes de
demostrarte que podía ser un buen alumno tuyo. Siempre intenta uno serlo, desde
luego, pero como en todo en la vida, hay grados. Tu forma de tratarnos, tu
forma de explicarnos, tu forma de transmitir lo que en esta asignatura subyace,
ha estado siempre llena de pasión, llena de ganas porque nosotros tuviéramos
ganas de empaparnos de ese mismo espíritu al abordar esta asignatura. Y en mí,
particularmente, has generado un deseo sincero y profundo de demostrarte lo que
puedo hacer. ¿Qué es -o qué debería ser- un profesor, sino un generador de
motivación?.
Gracias Irune.
Gracias por tener a priori esa confianza en mí, en mis posibilidades. Por
pensar que recibirías de mí algo <<bueno>> por mucho que se hiciera
esperar. “Refuerzo Positivo Previo”, podríamos llamar a la actitud que has
tenido conmigo durante la espera. Larga espera, sin duda. Ya sé que estas
comillas: “” no se usan en español. Me lo dijiste hace pocos días, lo sé. Pero
he pensado proponerte que le demos este uso: cuando nos inventemos -o creamos
que nos hemos inventado- denominaciones nuevas que se refieran a conceptos, tal
como éste al que me acabo de referir. (No sé qué hacer, Irune querida, respecto
a la tilde diacrítica. En verdad te digo que el corazón me dice que la debo
usar, pues realmente no tiene nada que ver un pronombre con un determinante, o
un adjetivo con un adverbio. Levantemos una queja ante la RAE, por Dios. ¡A
quién se le ocurre!. En fin. Tal vez cuando termine esta introducción y me meta
de lleno en la parte académica de esta enorme -y espero que amena- carta, tal
vez ahí deje de usar estas tildes. <<O no>>, como diría Mariano).
Y gracias,
Irune. Gracias por emplear tu tiempo en mí, en hablar conmigo, en charlar. En
hacerme caso con mis locuras sobre las tildes diacríticas, los “”, los
<<>> y los ‘’. Gracias por dejarme hablar con “el ser humano
Irune”, además de con la profesora Irune. (¿Ves? ¿Te parece bien emplear esas
comillas para ese tipo de invenciones?). Gracias, profesora. Gracias Irune.
Querida Irune.
Vamos a ello.
A
continuación, el intento de cumplir la primera frase de esta carta. Es el
momento.
LITERATURA
ESPAÑOLA, LITERATURA INFANTIL Y
EDUCACIÓN
LITERARIA
Bloque 1: Literatura
infantil. Análisis y selección
Buena parte de
nosotros recordamos con cariño, -incluso con pasión-, los libros de nuestra
infancia y adolescencia. Esos libros que nos han llevado a formarnos como
lectores, que nos han visto crecer y madurar, convertirnos en unas versiones
diferentes de nosotros mismos. Sin embargo, ¿es esto suficiente para seleccionar
una historia para nuestra aula? Obviamente no, pero es un buen punto de partida:
<<No
busques libros que enseñen, sino libros que hagan sentir>>.
Labajo
(2013), Pautas para regalar libros muy
especiales a un niño (p.2)
Si ya tenemos
la pasión y somos capaces de transmitirla a nuestros alumnos, ellos se verán
interpelados a seguir nuestro ejemplo. (Eso es exactamente lo que te decía en
la introducción de esta carta, Irune: tu pasión al transmitir implica nuestra
pasión al devolverte la implementación en nosotros de lo que con pasión nos has
transmitido). Bien, pues ese fue uno de los motivos por los que pensé en El Pequeño
Vampiro de Angela Sommer-Bodenburg. Tú sabes que a mí me apasiona ese libro, y
yo necesitaba hacer esto con pasión. Y, llegado el momento, transmitir con
pasión a mis alumnos sobre este libro. Pero, como me explicaste hace unos días,
ese podría, en todo caso ser uno de los motivos, pero no el principal. Y no es
el principal.
Tras hablar contigo, y antes de decidirme
definitivamente por él, preferí hacer una segunda relectura con ojos de adulto
para asegurarme que no estaba equivocado en mi elección (algo que recomienda
Kerguéno, 1988) y también -como nos sugieres en el guión de este trabajo-
investigué a la autora. Descubrí que fue profesora de nuestra etapa educativa
antes de escritora. Este dato me daba confianza: apunta en la dirección
apropiada para cumplir con puntos importantes marcados en la teoría. Puntos
tales como que el protagonista evolucione al mismo tiempo que el niño que está
leyendo, así como que sea un personaje complejo, alguien con el que el lector
se pueda identificar. Así, en esta segunda lectura comprendí que el libro no sólo
(ya, lo sé, lo sé) cumplía determinados requisitos, sino que también ofrece
otros aspectos muy interesantes. Además, propone detalles que podrían ayudar al
aprendizaje de los alumnos (como algunas ambivalencias morales de los
personajes). Éstas (venga, ésta es la última) y otras características serán
tratadas ampliamente en cada apartado correspondiente.
Por otro lado,
la ilustradora Amelie Glienke ha trabajado en numerosas publicaciones y no solo
de esta autora, sino de autores tan imprescindibles como Roald Dalh. Sus
ilustraciones sirven para representar momentos clave de los libros, sugiriendo
y ayudando a la imaginación del lector a situarse en ese punto de la novela.
Por tanto,
tras un pequeño análisis preliminar, pensé en lo apropiado que sería para mis futuros
alumnos -porque sí, sí amiga mía, yo sé que van a existir esos alumnos- las
aventuras de Anton, un niño normal de nueve años y aficionado al terror, que
descubre la existencia de los vampiros y se hace amigo de dos de ellos: Rüdiger
y su hermana Anna. Lejos de encontrarse con que el único peligro es no
convertirse en la comida de sus nuevos amigos, Anton descubre todo un mundo de
aventuras esperándole a vuelo de capa.
Título: El Pequeño Vampiro.
Autora: Angela
Sommer-Bodenburg.
Ilustradora: Amelie Glienke.
Traductor: José Miguel
Rodríguez Clemente.
Editorial: Alfaguara
Primera edición:
Febrero de 1985.
Curso escogido: He
decidido, en principio, recomendar este libro para una clase de cuatro de
primaria (alumnos de entre nueve y diez años): el personaje comparte la misma
edad de los lectores; el libro se desarrolla en capítulos cortos (narrativa
episódica); la facilidad de acceso al vocabulario en niños de esa edad; el
estilo directo; la mezcla de eventos reales e imaginarios; los toques de humor
con acción; el uso de figuras literarias sencillas, pero que requieren cierta
abstracción. Dado que la primera edición es de los ochenta, no entra dentro de
ninguna teoría obsoleta y podrá ser objeto de estudio.
Comenzaremos ahora
el análisis de los aspectos importantes del libro. Tengamos en cuenta que
estamos a mitad del estadio de operaciones concretas de Piaget, esto significa
que estaremos entre la lectura comprensiva y la lectura informativa/documental,
lo que nos llevará a tener que pivotar entre ambos subestadios, además de
movernos solo (venga, ya la he quitado) en la etapa fantástico-realista.
Comencemos, mi
buena amiga, por el formato.
Destaca la
portada naranja con el dibujo caricaturesco de un vampiro a color (encaja en la
etapa fantástico-realista), lo que implica que no asustará a los niños, sino
que les intrigará, sobre todo en el subestadio de lectura informativa, dado que
es de un tema sensacionalista y atrayente (¡vampiros!). Las ilustraciones del
interior presentan ese mismo estilo, enfatizan diferentes partes del texto, y
existen en la cantidad justa como para no devorar la trama ni quedar como meras
anécdotas pictóricas, algo más propio de la etapa imaginativa. Mención especial
a la sencillez de los marcadores de capítulo que se utilizan también en la
portada, como para marcar las primeras páginas, dándole así una continuidad
interesante.
Por otro lado,
el tamaño pequeño de la novela lo hace manejable para el estadio de operaciones
concretas (sin importar el subestadio), pero puede causar ciertos problemas a
alumnos con psicomotricidad diversa. Lo que sí es cierto, es que el alto
gramaje de las hojas les da más firmeza y, por lo tanto, se vuelven más fáciles
de operar para dichos alumnos con necesidades. Aun así, no son tan pesadas como
para hacer del peso un incordio a la hora de leer. Son puntos que deberemos
sopesar según la diversidad funcional de nuestra aula.
Con respecto a
la edición: los márgenes son los adecuados para la etapa fantástico-realista (de
unos 0,5 cm), la letra es Times New Roman 12 (ni muy grande ni muy pequeña) y
el libro consta de 100 páginas divididas en capítulos cortos, algo muy propio
de la lectura comprensiva y de la informativa, por lo que seguimos
encontrándonos entre ambos subestadios. Siguiendo las indicaciones de Laura
Berk (1999) y los apartados de los apuntes de la asignatura, podemos ver que,
dadas sus características, sí es posible recomendar este libro a un niño de
nueve años (según su diversidad funcional). En este asunto, nos decantaremos en
la elección por las ilustraciones (aunque ya empiecen a ser más accesorios para
el alumno) y el uso de capítulos cortos, para darle un mayor margen de descanso
y asentamiento entre diferentes momentos de la acción, dado que a estas edades
todavía necesitan descansar tras determinados periodos de concentración.
Con respecto
al contenido, El Pequeño Vampiro
presenta muchos matices que nos pueden ayudar a considerarlo un buen libro. Los
analizamos a continuación.
Los temas
son, en mi opinión, un punto muy fuerte de esta historia. Si bien en apariencia
y tras una primera lectura rápida del libro, podría parecer que solo cabría
hablar de un tema principal, (la amistad), al hacer una lectura más profunda,
con ojos de adulto -aunque conviene no perder nunca los de niño-, acabaremos
percatándonos de que hay mezcla de dos temas principales: la diversidad (y su
aceptación) y la amistad. No pensemos que se presentan de forma separada
durante el libro: ante las diferencias vitales entre Rüdiger y Anton, empiezan
a surgir pequeños detalles en su amistad que deben ir solucionando para poder
mantenerla y convertir su relación en algo profundo.
En el inicio de la historia, mientras vemos en Anton un
interés por lo maravilloso, una búsqueda de esa maravilla y de aquello que le
haga destacar más allá de sus compañeros, en Rüdiger vemos una necesidad de
encontrar a alguien, a un amigo para mitigar su soledad (deja muy claro que su
familia, salvo los miembros más jóvenes, no parece cuidarle). En esta necesidad
de agradar al otro, ambos tratan de impresionarse mutuamente (uno con sus
libros, el otro con su capa) y tratan de ser buenos amigos el uno para el otro,
como dice la madre de Anton: <<de estar ahí si les necesitas>>. Sin
importar lo raros que sean: aceptación de la diversidad.
Lo que ocurre -y se ve en poco tiempo- es que los sistemas
de valores de ambos son ligeramente diferentes. Esto crea ciertas fricciones: se
ponen de relieve los problemas al chocar dos culturas dispares, y cómo esto
influye en una amistad incipiente. Por tanto, si quisiéramos definir un único tema
principal en este libro, bien pudiera ser la historia de cómo funciona una
amistad entre dos individuos con culturas con ciertas disonancias, cómo se
adaptan a sus diferencias y las hacen encajar sin dejar de ser ellos mismos. Todo
ello inmerso en un ambiente particular y muy cercano al niño (la ciudad, temas
más típicos de la etapa imaginativa) y con cierto toque de maravilla o nonsense más propio de la fantástico-realista.
Esta mezcla de escenarios es lo que ayuda al alumno a poder tratar tanto los
temas principales, como secundarios, de una forma de fantasía catártica; algo
muy necesario como bien indicaron Bettelheim (1977) y Armijo (2013), pues los
niños, a través de la fantasía, pueden expresar sus preocupaciones y temores de
forma libre.
Todo lo anterior no quita para que mi humilde entender atisbe
otra serie de temas secundarios:
·
El
miedo y el valor. Anton vive durante esta novela varias situaciones tensas.
Mientras que algunas son más bien humorísticas y buscan la carcajada, otras son
verdaderamente peligrosas y sale ileso a su ingenio y a la ayuda de sus amigos.
Además, el libro nos refleja el contrapunto de lugares de naturaleza tenebrosa
(cementerio) y que al mismo tiempo son cotidianos.
·
El
amor. ¡Ah, Irune, el amor! ¿Dónde vamos sin una historia en la que, de una
forma u otra, no se hable de algún tipo de amor, si este es connatural al ser
humano? En este caso, no solo el amor de la amistad, sino también el familiar
y, en menor medida, el romántico. El amor familiar parece ser el más presente:
basta con escuchar a Rüdiger hablar de su familia y cómo Anton la compara con
la suya. Ahí vemos surgir los celos: en el hecho de que sus padres salgan y
tengan una vida propia (algo muy común de los niños, que hará más cercano al
lector a Anton y que mostrará por primera vez el punto de vista de un narrador
subjetivo). En el fondo, ese amor lleva a los personajes a proteger como pueden
a la gente que quieren, sean con mentiras o sospechando de las intenciones de
aquellos que son -valga la redundancia- sospechosos.
·
La
búsqueda de la maravilla y la necesidad de destacar. Aun a pesar del miedo,
Anton ansía seguir investigando en el mundo de los vampiros, no solo porque le fascina, sino también porque
es algo que le hace brillar y destacar. Ojo: no ante los demás, sino ante sí
mismo, distinguiéndose él a sí mismo como alguien especial.
·
La
responsabilidad. Al tomar conciencia del secreto de los vampiros y entender las
consecuencias que implicaría que fuera descubierto, Anton tiene muy claro que
debe hacer lo necesario para que eso no suceda. De lo contrario, pondría en
peligro a personas a las que ha empezado a apreciar y a las que ha abierto las
puertas de su vida. (No obstante, la responsabilidad de las acciones y los
actos de uno son una tónica en toda la serie de Sommer).
·
El
ingenio. Anton usa su inteligencia para salirse con la suya en situaciones con
diferentes grados de complejidad. No
siempre funciona, pero sigue utilizando su agilidad mental para proteger a sus
amigos.
·
El
bien y el mal. ¡Ah, Irune, el bien y el mal! Lo mismo te digo: connatural al
ser humano. En esta novela se muestran personajes muy oscuros, como Greiemeier
o Tía Dorothee, que representan claros peligros para los dos protagonistas. Sin
embargo, no siempre parecen encajar estrictamente en la categoría de
“malvados”: hay momentos en los que se trata de añadir una ambigüedad moral
para hacer pensar al joven lector.
Como podemos
ver, todos estos temas sencillos encajan de nuevo dentro de la franja de edad
en la que queríamos trabajar. Sin embargo, querría nombrar dos temas que pueden
ser de interés para el niño si se han dado las circunstancias adecuadas y su
entorno ha permitido tener la capacidad de abordarlos (Wallon, 2000). Podríamos
llamarles “temas secundarios estacionales” (que dependen del entorno del niño
más que del desarrollo de este):
·
La muerte y la vida después de la
muerte. Este tema probablemente solo podría surgir si el niño ha experimentado
una pérdida o si vive en un entorno familiar y/o escolar que le haya llevado
tomar conciencia de la certeza de la muerte. Aunque de forma natural se daría
cuando el alumno fuera más maduro (estadio de las operaciones formales), no
podemos descartar que, por causa de las vivencias del niño, el tema salga en
clase.
·
El
feminismo. Aquí hilamos ya muy fino, y probablemente haya quien lea este libro
con detenimiento y no perciba este tema de ninguna manera. Pero no me parece
una locura descartarlo, en base al personaje de Anna: destaca sobremanera,
durante varios episodios de la historia, su fortaleza de carácter para defender
su igualdad frente a su hermano. Este tema (al menos el de la igualdad de
género) se trata, de forma más o menos directa o explícita, desde la escuela
infantil. Es un tema de absolutérrima (permíteme la licencia
-aunque reconozco que al oído, muy bien no suena, no-) actualidad, que en el
aula surge ya frecuentemente en situaciones entre adolescentes (muy propio del
segundo subestadio del operacional concreto). Está recogido en el nuestro
currículo (en la LOE, no modificado en la LOMCE).
Para finalizar
este apartado, querida Irune, creo que es oportuno expresar que el análisis de los
temas que percibo que en este libro se abordan (cada uno en su profundidad),
parece apuntar a la idea de que mi hipótesis respecto a la edad adecuada del
lector (nueve, diez años) puede ser válida.
La estructura a través de la que se narra la historia no parece alejarse de la
tradicional “inicio-nudo-desenlace”, típica de ambos subestadios a los que nos
referimos anteriormente, y favorita de los niños en este estadio por su
facilidad de seguimiento.
El inicio es
directo e intrigante. Irune: me encanta el comienzo de este libro. De corazón
te lo digo: he podido leer el primer capítulo unas veinte veces a lo largo de
mi vida, y sigo sintiendo la misma sensación de intriga y tensión en el momento
en que se apaga sola la televisión en el cuarto de Anton mientras este está en
la cocina. Por favor: si tienes la oportunidad, ¡vuelve a leer esa escena!.
La tensión y la intriga llegan a transformarse
por unos instantes en miedo ante la aparición de Rüdiger: supone una amenaza -en
principio real- para Anton. Baja la tensión cuando la amenaza a dejado de
existir, dando paso, como consecuencia, al inicio de la “salida a flote” de los
temas principales del libro: no existiendo el peligro, puede empezar esa
particular amistad en la aceptación de la diversidad.
El nudo de la
historia, a mi juicio, llega claramente con la entrada de Anna. La dinámica
entre Anton y Rüdiger se rompe y la historia pasa de estar centrada en un
binomio a pivotar sobre un trío, dando paso a una nueva dinámica: ahora tenemos
dos amigos intentando manejar la -evidente- diversidad que les separa, y además,
lo que parece un romance juvenil.
El desenlace
podríamos situarlo en el momento en que los padres de Anton conocen a los
verdaderos Anna y Rüdiger. Es el punto álgido de la novela y por el que se
solucionan los primeros problemas nacidos en esa amistad (este aspecto es muy
importante en la etapa fantástico-realista).
Por tanto: la
estructura, en su simpleza, usa elementos que crean suspense y tensión en el
lector, así como puntos de humor para mantenerle enganchado, y diálogos para
agilizar la inmersión. Puntos muy habituales y necesarios en la etapa de
operaciones concretas y el de fantástico-realista. Siendo así, parece que seguimos
adecuados a la edad de alumno que sugeríamos al comienzo.
En el apartado de personajes
haremos mención en pié de igualdad a los que son los dos protagonistas
indiscutibles, Anton y Rüdiger, aunque todo esté narrado desde el punto de
vista de Anton. Efectivamente, ambos son protagonistas principales: sin Rüdiger,
solo serían las crónicas normales de un chiquillo normal y con un entorno feliz
y tranquilo, algo que no disgustaría al lector de la etapa de operaciones
concretas, pero no lo haría destacar de ningún otro personaje de cualquier
libro.
Si analizamos a Anton, veremos que es un personaje un
tanto complejo: es obediente si las circunstancias llevan a serlo, pero sobre
todo sigue su brújula moral, que está calibrada para cuidar a quien lo necesita
(los vampiros). Es lo que Sáiz (2013) clasificaría como niño independiente,
especialmente por esa brújula moral. Es inteligente, leal, buena persona. Y
valiente, muy valiente. Utiliza más su inteligencia en acciones y artimañas que
en el puro razonamiento.
El análisis de Rüdiger no se antoja tan directo, pues si
bien presenta elementos de niño travieso y rebelde, la autora nos recuerda que
sus valores morales tienden a ser diferentes, y en algunos puntos parece
mostrarse como una suerte de antítesis de Anton: es leal y valiente solo si le
conviene, demuestra cierta dependencia hacia las opiniones de los demás dentro
de una escala propia, y “padece” una volubilidad temperamental bastante acusada.
Sin embargo, al mismo tiempo deja ver una personalidad tierna y extraña a la vez, que parece llevar
al lector a encariñarse con él.
Anna es mucho más parecida a Anton que el propio Rüdiger,
y representa con bastante claridad el ideal de niña independiente. A diferencia
de Anton, -y aun siendo más infantil debido a su corta edad-, Anna sabe cómo
salirse con la suya mediante el uso aplastante de la dialéctica y la retórica.
A los padres de Anton, si bien apenas son esbozados, se
les intuye una personalidad muy asentada, lo cual demuestra el buen hacer de
Sommer. Él es más testarudo y se deja llevar por las emociones del momento; ella es más analítica, sin dejar de ser
emocional. Ambos son cariñosos, quieren a su hijo, y se quieren entre ellos,
buscando tiempo para sí mismos como pareja y como personas.
Los otros personajes no tienen un peso muy importante en
este libro (alguno tendrá mucho más peso en posteriores entregas de la saga). Udo
o Lumpi, aparecen de manera circunstancial y no tienen especial trascendencia
en el devenir de la trama, pero entre la mala educación de uno y la irascibilidad
del otro, ambos quedan muy bien definidos en pocas pinceladas.
En cambio, las némesis como Tía Dorothee o Greiemeier parecen,
a priori, ser solo malvados: arquetipos de seres peligrosos y depredadores para
diferentes personajes. Esto no tiene por qué ser malo per se: enfatizan la diversidad y muestran las dificultades de
ambos mundos.
Como podemos ver en estos análisis, los personajes, -incluso
los más planos-, ya empiezan a mostrar complejidades más allá de los arquetipos
reconocibles de los cuentos infantiles. Sobre todo porque los vampiros juegan
con todos los clichés relacionados con el mal (como la fealdad) y los
trastocan. Sommer crea personajes con más matices para que los niños se sientan
identificados con ellos, y los aprecien y valoren tal como son. Esto es muy
propio del primer subestadio de la etapa de operaciones concretas. Por tanto,
en este aspecto parece adecuado apuntar que seguimos moviéndonos correctamente
en la edad de nueve o diez años para nuestros hipotéticos alumnos lectores.
En el apartado de valores
y contravalores, bien
pudiéramos usar este libro como ejercicio de teoría moral durante todo el
estadio: cada acción y reacción puede ser sometida a juicio. Sin embargo, vamos
a comenzar por aquellos valores y contravalores más sencillos de distinguir.
·
La
valentía se representa no como la ausencia del miedo, sino como superación del
mismo: Anton se sobrepone a este para poder salvar su vida y las situaciones de
peligro.
·
El
ingenio de Anton es utilizado muchas veces por los personajes para salvar la
situación y protegerse, tanto de posibles peligros (los padres de Anton) como
de amenazas reales (Greiemeier).
·
El
amor. Aquí lo tenemos como un valor y un contravalor. Por un lado, es un
sentimiento que nos lleva a cuidar a los demás, pero también a mentirles para
tratar de proteger a otros, o incluso a vivir sentimientos negativos como los
celos (en el caso del amor romántico de Anna).
·
Los
puntos de vista de los vampiros y los humanos son diferentes, dado que los vampiros
aprecian y disfrutan cosas de las que los humanos no son capaces. De esta
manera se facilita que los niños entiendan de forma más palpable las diferencias
entre ambos personajes principales.
Usando los estadios de Kohlberg (1960), recogidos por Enrique
Barra en su libro Desarrollo
moral: una introducción a las teorías de Kohlberg, podemos reconocer que todavía nos
encontramos en la etapa pre-convencional y es la de la obediencia para evitar
castigos. Sin embargo, en El Pequeño Vampiro vemos que damos un paso hacia la
moralidad convencional (los diez años): se analizan las intenciones de las
acciones, evaluándose si se hacen con una intencionalidad bondadosa o malvada.
Esto nos puede llevar a pensar en dos posibilidades: o bien el libro sería más
recomendable para una edad mayor (diez años), o bien, si lo dejamos como
recomendación para alumnos de menos edad, les ayudamos en su desarrollo al
sacarles de su zona de confort. He optado por la segunda opción, por lo que
tenemos:
·
Las
mentiras que cuenta Anton a sus padres con respecto a los vampiros no son tanto
para esquivar un castigo (que lo hay), sino para evitar que sus amigos sufran
peligro alguno.
·
Desobedecer
determinadas normas -como irse a la cama temprano en el caso de Anton, algo que
no cumple- está motivado en el deseo de estar con sus amigos. (Solo puede estar
con ellos de noche, pues si se exponen a la luz, mueren, como buenos vampiros
que son). Ciertamente, las consecuencias de este y otros actos se reflejan en
el libro de diferentes formas, como en el hecho de que Anton esté cansado.
·
La
volubilidad de carácter (sobre todo vampiros), con o sin motivo, encontrándonos
tantos cambios en pocas líneas, nos puede llevar a plantearnos el porqué de los
mismos (¿ofensas por temas culturales? ¿por temas emocionales?…).
Como podemos
ver, el tratamiento de la moralidad en este libro ya empieza a ser complejo, y si
bien puede encuadrarse en la mente de un niño de diez años, puede ser un buen
ejercicio de práctica para los de nueve.
Con respecto
al lenguaje, debemos comenzar
el análisis recordando un punto importante: estamos hablando de una traducción.
Las traducciones implican, por parte del traductor, una reescritura de
determinados estilismos, juegos de palabras y expresiones que deben ser
adaptadas a los lectores de otro país. Estas reescrituras hacen posible que el
lector pueda sumergirse con mayor facilidad en la lectura, o bien que acabe
siendo expulsados de la misma en según qué ocasiones. Es algo que debemos tener
en cuenta a la hora de poder trabajar con una novela en el aula.
En libro que nos
ocupa, tenemos muchos puntos que pueden sustentar estas ideas de atrape y
expulsión. Tenemos, por ejemplo, las figuras lingüísticas, en concreto las
metáforas empleadas en las descripciones, y la jerga propia de la novela (<<¡por
los clavos de mi ataúd!>>). En el caso de las metáforas, estas suelen ser
empleadas solo para los elementos más sorprendentes -los vampiros-, aquello que
les rodea (como es el caso de Greiemeier, un humano, pero su némesis), y para las
sensaciones que transmiten a los demás (la metáfora más visual: la de los
adultos con lápidas de corazón).
Por el
contrario, un ejemplo de expulsión serían los problemas que surgen al no ser
traducidos los nombres de los personajes. En este punto, se pierden
determinados juegos de palabras u onomatopéyicos que podrían resultar
divertidos a los niños. Por poner un ejemplo: la pronunciación de Greiemeier en
alemán sería muy similar en sonoridad (según las regiones) a grimir. Al pronunciarse con una entonación
algo más aguda, se asemeja al chillido de un ratón. Pues bien: en la
descripción de este personaje, la autora deja claro el parecido de este
antagonista con el animal, creando así un símil fácilmente reconocible por
niños de diferentes países. Por tanto, durante esta traducción se pierde un
chiste que nuestros alumnos podrían disfrutar y que el traductor solventa con
una rima.
Sin embargo,
no debemos en modo alguno rechazar el libro por esta razón. Hay que tener en
cuenta que el traductor buscó otras formas de paliar estas situaciones, y si
bien algunas no tienen esos juegos tan completos, no impiden al lector pasar
por encima de ellos sin problemas.
Analizada la
cuestión de la traducción, podemos comenzar a valorar otros aspectos del texto.
Nos
encontramos con una escritura de estilo sencillo y directo, parecido a lo que
nos encontraríamos en lectura comprensiva (aunque con alguna palabra más
interesante, más propia de la informativa) y etapa imaginativa. La autora mezcla
diferentes características para, a mi juicio, intentar abarcar el gusto de más
lectores. Incluye también muchos diálogos naturales.
De la misma
forma que usa muchos elementos humorísticos y un tanto peculiares (propios de
la lectura informativa), algunas metáforas están situadas estratégicamente para
enfatizar los elementos fantásticos y para transmitir ternura y toques de
tensión que enganchen al lector, creando así una ruptura entre lo fantástico y
lo cotidiano. Creo que este estilo se adecúa perfectamente a los temas
tratados. Encajaría en la etapa fantástico-realista.
Aunque hablamos
de un lenguaje sencillo y en apariencia de una escritura plana, el libro cumple
con los requisitos de la función poética según Jakovson (1959), según
quedan recogidos en la obra de Kirchof, Literatura
como lenguaje: El legado de Roman Jakovson. Por tanto, sí que hay aquí elementos
específicos del lenguaje literario, hay intencionalidad de belleza (dentro de
unos marcos infantiles) y hay un mensaje muy claro que se intenta transmitir,
como hemos apuntado al hablar de los temas.
Ciertamente, esta
obra podría ser considerada floja en cuestión estilística si solo observamos la
cantidad y variedad de sus figuras literarias: las onomatopeyas, las metáforas,
algún símil, jerga interna y las hipérboles (como por ejemplo, <<las
manos huesudas como cadáveres>> de los vampiros, -la autora no nos
permite olvidar la naturaleza de estos personajes-). Si nos quedáramos en un
análisis superficial, podríamos pensar que, aun teniendo dicha función poética,
esta sería un tanto pobre. Sin embargo, al estudiar la colocación de cada
figura literaria utilizada, vemos que tiene un sentido: estas no están puestas
al azar, sino que la autora ha sabido crear en el libro un sistema implícito en
el uso de los elementos estilísticos. Concretamente, para crear una ruptura
entre la vida cotidiana de Anton y su amistad fantástica (o fantasiosa desde el
punto de vista adulto dentro de la novela). Estos límites tan marcados no solo
demuestran que este libro es adecuado para nuestros alumnos, sino que nos
encontramos ante literatura de calidad.
Ahora bien,
¿encajan estas figuras y este enfoque poético dentro del marco de edad que
hemos escogido? ¿Encaja el resto de características citadas? Teniendo en cuenta
que nos movemos entre dos subestadios, podemos atisbar que sí: encaja tanto en
la lectura informativa como en la comprensiva, aunque tiende más a esta segunda
por el uso de más lenguaje figurado, por el humor empleado en ese lenguaje y
por el uso de algunas palabras más complejas.
En resumen y a
modo de conclusión, Irune
querida, podemos apuntar que nuestro querido libro (te incluyo, pues tú también
me expresaste tu admiración hacia lo que este libro y su autora representan) puede
ser trabajado en un rango de edad que va desde los ocho a los diez años, siendo
nueve la edad ideal en base a todos los puntos tratados, y sin dejar de ser -ni
mucho menos- una lectura amena para cualquier persona. Se pueden tratar en el
aula diversos contenidos muy importantes, así como aprender herramientas
propias del lenguaje.
Es cierto que
nos arriesgamos a caer en la literatura instrumentalizada (Cervera, 1989),
sobre todo porque este es el inicio de una serie de libros cada uno de los
cuales tiene un núcleo focal, algo a lo que el propio Cervera (1989) se oponía
taxativamente: lo tachaba de no ser literatura o de ser paraliteratura (como podrían ser las series de Teo o Pipo en la
actualidad). Sin embargo, cada libro de esta saga sigue tratando los mismos
temas que el primero, solo que enfrentándose cada uno a diferentes situaciones.
Nuestro deber
como educadores es -como bien te has encargado de transmitirnos- procurar ofrecer
a nuestros alumnos libros de los que extraer algún tipo de aprendizaje
emocional o incluso práctico, pero siempre que eso no vaya en detrimento de la
esencia literaria del libro: jamás debemos olvidar que la lectura es un placer
y un valor en sí mismo y debe permanecer como tal. Por tanto, escojamos libros
que se encuadren adecuadamente en el desarrollo y los intereses de nuestros
alumnos, y que les ayuden en su camino literario (Colomer, 1998).
Y hasta aquí
la primera parte de la carta que te estoy escribiendo durante este final del
curso 2017/2018, querida amiga mía. Continuaré en pocos días. Muy pocos.
Espero estar
empezando a cumplir mi promesa, aquella a la que me he referido en la primera
frase de esta carta.
Por cierto:
gracias por leer esta carta. Ya, ya, ya sé que no tienes más remedio: aún así.
La idea de saber que la estás leyendo, de alguna manera me hace feliz.
Definitivamente…<<cosas
del cariño>>. ;)
Bibliografía:
-- Armijo,
Consuelo (2013).
El “nonsense” un arma contra las mentes cuadradas, Cuadernos de lectura infantil y juvenil (45) p. 28-31.
-- Berk, Laura (1999). Desarrollo del
niño y del adolescente (Prentice Hall, 4ª edicción).
-- Bettelheim, Bruno (1977). Psicoanálisis
de los cuentos de hadas (Ed. Crítica 1ª edición).
-- Colomer, Teresa (1998). La formación
del lector literario, narrativa infantil y juvenil (fund. Germán Sánchez
Ruiperez).
-- Kerguéno,
Jaqueline (1988) ayudar
al niño a convertirse en lector, Cuadernos
de lectura infantil y juvenil (1) p. 86-91.
-- Wallon, Henri (2000). La evolución
psicológica del niño (Ed. Planeta, 4ª edición).
Webgrafía:
-- Labajo
González, Irune (2013): Pautas para regalar libros muy especiales a un niño.
Consultado en 05/05/18 http://online.lasallecampusvirtual.es
-- Barra, Enrique (2005): Desarrollo
moral: una introducción a las teorías de Kohlberg. Consultado en 09/05/18 http://www.redalyc.org/html/805/80519101/
-- Sáiz Rippol, Anabel (2013):
Modelos de infancia. Consultado en 7/5/18 http://online.lasallecampusvirtual.es
VV.AA. Leyes: